Un Concierto muy extraño...

El Director de Orquesta llegó temprano al ensayo. Era el primer concierto que daba en la gran ciudad, y necesitaba que todo resultara perfecto.

Sus músicos aún no llegaban cuando él ordenó sus partituras en el atril, y comenzó a realizar los movimientos con su mano, trasladando en el aire la batuta, algunas veces con suavidad y otras en forma enérgica.

Pronto comenzaron a llegar los músicos: de todas las edades y ejecutantes de trombones, trompetas, arpas, cornos ingleses, platillos, timbales y muchos instrumentos más, quienes tomaron sus posiciones y afinaron sus instrumentos. Únicamente faltaba de arribar el cuarto violín para que la orquesta estuviera completa.

El director decidió esperar 10 minutos a que llegara el violinista faltante, quien era un muchacho joven, distraido y un poco atolondrado como todos los jovenes, pero de gran habilidad con su instrumento.

Pasaron los 10 minutos y el muchacho no llegó, por lo que el Director decidió realizar el ensayo sin aquel violín... a fin de cuentas, era solo un instrumento que bien podía ser dispensado en el ensayo, en aras de no postergar más el trabajo previo a la presentación.

Llegó la noche, y del muchacho violinista ni sus luces. El Director comenzó a inquietarse y ya estaba casi resignado a ejecutar la sinfonía sin aquel violinista, cuando le llegó un papel a las manos avisándole que por fin había aparecido el faltante músico.

Respiró profundo y decidió ir adonde el muchacho para confrontarlo, o por lo menos advertirle que luego ajustaría cuentas con su irresponsabilidad.

Llegó con él y quedó muy sorprendido: el muchacho estaba todo arañado, con el pelo revuelto, las ropas rotas y gran cantidad de flores brotándole de todos lados, entre las ropas, en cada hueco del cuerpo, saliendo de cualquier costura.

Se quedó mirándolo, desconcertado, y estaba ya por darse media vuelta cuando el muchacho por fin habló:

- Maestro, perdón ... No he querido importunarlo... No sé lo que me ha pasado, venía yo en la mañana para el ensayo cuando en tropel me han secuestrado un grupo de animales ... Sí, suena extraño, pero decenas, cientos de animales me han cercado en la calle y me han obligado a dirigirme al campo, hasta arrinconarme en la entrada vieja de la mina, a donde me han metido vigilando la entrada para evitar que yo escape. Así he pasado largas horas, hasta que descubrí un tiro de la mina, en lo alto del terroso techo, hacia el cual he trepado y he salido justamente a un gran campo repleto de flores. He corrido como nunca y aquí me tiene ...

El Director, en todo el relato, no ha dicho palabra, solo se ha quedado mirando al muchacho, con la idea de despedirlo en cuanto haya terminado el concierto, previniéndole que en su carrera de músico andar inventando historias absurdas le iba a acarrear mucho problemas.

Como pudo, el muchacho tomó su lugar y el concierto comenzó sin problema... hasta que algo sorprendente sucedió, primero sutilmente y después como un estruendo...

El violín del muchacho comenzó a desafinar, tomando vida hasta que se transformó en un dorado gato, que saltando huyó tras los telones del teatro.

Como si fuera una señal convenida, en cuanto se perdió el gato tras las pesadas telas los demás instrumentos también se convirtieron en animales. Las trompetas pasaron a ser flamingos que lanzaban sonidos agudos. Los timbales fueron hipopótamos, que pesados se alejaron como si nada pasara, obligando a huir a los que estaban en su camino entre tremendos golpes de sus panzas contra el suelo. Los trombones fueron pelícanos que inflaban y desinflaban sus grandes buches; las arpas jirafas con las cuerdas entre las patas, que tocaban melodiosas al caminar; el piano un enorme oso negro con la dentadura de teclas; las flautas grandes culebras con orificios en el lomo... hasta las castañuelas se convirtieron en dos ardillas que treparon por los telones y saltaron por las altas ventanas del lugar, emitiendo sonidios de madera con repiqueteo castizo.

Durante mucho tiempo el suceso generó comentarios, investigaciones y conjeturas de toda índole. Del muchacho no se volvió a saber nada, habiendo desaparecido no obstante la policía buscarlo por todos los lugares imaginables.

En esa ciudad la música quedó legalmente prohibida, y el Director jamás volvió a ejercer su oficio.

Javier Mendoza Aubert