El discurso de Charles Manson, el gran símbolo del mal en la
cultura pop, tiene puntos en común con la filosofía oriental. ¿Pensar en él
como un maestro espiritual es un delirio, o un signo de trascender los
prejuicios?
Charles Manson se ha convertido en la encarnación popular
del mal: cuando pensamos en un ser humano maligno, una de las primeras imágenes
que viene a la mente es la de Charles Manson (el hombre “demente” de la cruz
gamada en la frente). Charlie Manson fue condenado a cadena perpetua por
orquestar los asesinatos de Sharon Tate (esposa de Roman Polanski, quien estaba
embarazada) y de Leno y Rosemary Labianca, instaurando el “helter skelter”,
manipulando a su “familia” de jóvenes con filosofía y LSD– él consistentemente
niega que haya ordenado estos asesinatos. Tras el velo simbólico del mal y la
imagen de Manson como el asesino serial por antonomasia, sin embargo, se oculta
una inteligencia penetrante, que por momentos evoca a un maestro zen y muestra
una especie iluminación en su entendimiento y en su desapego de las cuitas del
mundo.
El sitio Disinformation, posiblemente uno de los mejores de
la Red, publica un artículo sobre “La Iluminación de Charles Manson”, en el que
Ted Heistman analiza las entrevistas que a lo largo de los años ha concedido
Manson en la cárcel a grandes cadenas de TV movidas por el morbo, pero donde
Manson logra exponer con coherencia una forma del ver el mundo que podría
asemejar a la de un maestro zen o a un asceta — o sólo al líder de una secta
hippie neonazi. Evidentemente puede ser incómodo para muchos pensar en Manson
como un maestro zen, un hombre que nació prácticamente en el sistema
penitenciario de Estados Unidos –antes del asesinato de Sharon Tate ya había
pasado buena parte de su vida en prisión por robo a mando armada o violación
homosexual.
Puede que sea valido preguntarnos si estos hechos, aunque quizás
contaminados por la imagen distorsionada que los medios emiten de Manson,
¿descalifican cualquier cosa que diga bajo la noción de que los actos hablan
más que las palabras? ¿Es Manson un interlocutor válido para hablar del amor o
para advertirnos sobre el calentamiento global, como lo ha hecho anteriormente?
Y, sin embargo, aunque con una cierta veta disparatada, lo que dice Manson en
sus entrevistas se articula con una serenidad y una claridad que también nos
podría hacer dudar de esta imagen emblemática del psicopata que representa,
quizás en una zona inquisitiva en la que la frontera entre la locura, la
genialidad y la conciencia mística se borra.
En este video, por ejemplo,
vemos a Charles Manson jugar con la mente del entrevistador contestando a la
pregunta de “¿Quién eres?”, con una especie de lección de budismo zen en sus
movimientos corporales de rascal guru: “Soy nadie”.
Luego tenemos la famosa entrevista con el anchor Charlie Rose, quien claramente busca provocar a Manson y confirmar la percepción convencional de que es un psicopata cuya maldad no puede explicarse el corazón humano. Pero las respuestas de Manson apuntan hacia otros lares.
Rose: ¿Tienes amigos con quienes hablar?
Manson: Soy amigo de todo lo que veo, todo lo que conozco, todo lo que siento.
Rose: ¿Cómo la llevas con los otros internos?
Manson: Soy un hermano en estos pasillos por 40 años. Sin haber delatado a nadie, sin pedir que nadie me proteja, caminando solo sobre mis dos pies.
Luego Rose busca llevar la conversación a cosas más raras
siguiendo con la imagen diabólica de Manson y le pregunta por qué hace figuras
de escorpiones. Manson contesta que no sólo teje escorpiones (también teje
otras formas) pero “estoy aliado espiritualmente con los escoropiones y con los
lobos, la espiritualidad los asusta a ustedes, porque quieren comprar y vender
un estereotipo y poner a dios en un edificio pero dios es más grande que esa
pequeña iglesia… Yo estoy aliado con ciertas conciencias de la naturaleza”.
Manson más tarde responde a la sugerencia de Rose de que le
falta amor.
Manson: Todo es amor,
no hay nada que no sea es amor, hasta la confusión es amor de alguna forma u
otra, está mal guiada. Amor es una palabra que usamos para sustituir a Dios.
Preferiría usar la palabra inteligencia, porque la palabra amor se mal entiende
y es usada de tantas formas.
Rose: ¿Necesitas ser amado?
Manson: Amado… soy amado, soy amor
Rose: ¿Por quién eres amado?
Manson: Soy amor.
Rose: ¿Eres amado?
Manson: Alrededor del
mundo y de regreso, ¿no lo viste? Doscientas quince veces tomándolo en el fuego
con el, hombre…
Rose: ¿Lo que
significa?
Manson: Significa que
estoy harto de tomar su mierda y cargarlos. Nixon. Todavía te tengo… Reagan,
hey Ronny, estoy entrelazado con tu alma, hombre.
Aquí Manson hace mención de su postura de que él no tuvo que
ver con el asesinato de Sharon Tate, pero que fue usado por los poderes como un
chivo expiatorio dentro de una conspiración que tenía que ver con la mafia de
las drogas y la pornografía en Hollywood. Según él, saliendo de la cárcel a
finales de los 60 sólo estaba interesado por la música y las chicas. Rose luego
le pregunta que por qué cree que las chicas lo buscaban –buscando confirmar la
idea de un manipulación de control mental usando LSD. Manson señala que les
atraía porque no decía mentiras y se valía por sí sólo, algo que había
aprendido en prisión. Y que él nunca le pidio a Tex que matara a Sharon Tate y
a la familia Labianca. Los asesinatos, según su visión, fueron parte de una
guerra santa en la cual él no quería participar.
Rose: … ¿Y qué dices sonbre las personas que te llaman
“monstruo”?
Manson: Lo que ves es
lo que obtienes. Hermano, ellos tienen que vivir con ello. No yo. Tú tienes que
vivir con tus juicios. Yo vivo con los míos.
Rose: No piensas en ti cómo…
Manson: Así es. No pienso en mí mismo.
Luego Manson regresa a esta idea casi de una dimensión
arquetípica en la que la sociedad proyecta sombra en descarga sobre alguien más
al no querer verse a sí misma.
Manson: No creo que ustedes me hayan visto.
Rose: ¿No? ¿Qué no entienden?
Manson: No se entienden a sí mismo.
Rose: Ok. ¿Pero qué no entendemos de ti?
Manson: Justo lo que dije… Estoy adentro de ti. Vivo dentro
de ti. Estoy dentro de cada uno de ustedes.
Rose le pregunta sobre si tiene recuerdos felices. Manson
contesta como un maestro zen o un brujo tolteca que se ha liberado del apego y
de las categorías morales de la memoria:
Manson: No tengo eso.
Rose: ¿No tienes eso?
Manson: No tengo eso de
yin y yang que ustedes hacen.
Rose: ¿Es eso ying yang”
(contesta confundido Rose)
Manson: Sí, en otras palabras, no me puedes hacer infeliz.
Rose: Hay memorias tristes, sin embargo, creciendo?
Manson: No tengo nada
de eso.
Rose: Sí las tienes. Eres un individuo. Tienes experiencias.
Manson: Cuando te
vayas ve y trae una gran roca negra y déjala en la mesa.
Rose: ¿Si?
Manson: Yo soy esa gran roca negra.
Aquí entramos en una zona complicada y misteriosa. ¿Debemos
de creer lo que nos dice “el diablo”? ¿Es Manson consciente de que encarna una
energía arquetípica en nuestra sociedad hasta el punto de que la transmuta y la
expía? ¿Existe una conspiración detrás de los aesinatos Tate-Labianca, que
esotéricamente se relaciona con la película de Roman Polanski,
Rosemary’s Baby?
Estas son cosas oscuras y enigmáticas que difícilmente podemos responder. Por
lo pronto quedan las lúcidas palabras de Charles Manson –en esas ocasiones en
las que no es un lúnatico incoherente, es un impensado maestro zen. “Plantas
las semillas y crecen en la tierra. Lo mismo ocurre con el jardín que existe en
la mente”.